jueves, 11 de abril de 2013

Positivo


4 de marzo de 2013, 6:20 de la mañana...

Aún era de noche, pero era imposible estar más tiempo en la cama. Había estado vigilando el reloj cada media hora durante toda la noche esperando que amaneciera y ya no aguantaba más, así que me levanté y me fui directa al baño. Saqué el test de embarazo de su envoltorio esperando encontrar unas instrucciones de uso o algo parecido, pero como había temido durante toda la noche, allí no había nada más que el test y yo no sabía cómo se usaba... ¿qué se supone que debía hacer ahora?. "Debes utilizar la primera orina de la mañana y si es positivo, nos llamas", recordaba a mi ginecólogo mientras me facilitaba el test 18 días antes, momentos después de inseminarme, y yo con los nervios y la emoción había olvidado preguntarle cómo se ulitizaba el test y cómo sabría si el resultado era positivo. Aguantándome las ganas de hacer pis, me fui al salón y abrí el portátil esperando encontrar algunas instrucciones de uso de aquel test pequeñito en internet y, por suerte, las encontré antes de hacerme pis encima. Fui al baño corriendo, realicé las operaciones oportunas y me senté a esperar el resultado mirando el test apenas sin pestañear. Al principio se puso todo rosa, inmediatamente apareció la primera línea, la que, según internet, garantizaba que el test estaba en perfectas condiciones... 30 segundos... 1 minuto... 1 minuto y 20 segundos... de pronto otra pequeña línea, mucho más clarita, empezó a tomar forma. Positivo. No podía tener tanta suerte. A los dos minutos la segunda línea seguía siendo de un tono mucho menos oscuro y menos nítida que la primera, pero ahí estaba, no había duda, y según internet, eso solo podía indicar una cosa, ¡estaba embarazada!

Miré el reloj, las 6:50. Mi padre debía estar despertándose para ir a trabajar, así que le llamé al móvil.
- Papá... ¿estás despierto?
- Ahora sí... ¿estás bien?- Lo había despertado.
- Sí, es que me he hecho la prueba y ha salido positivo.
- Pero, ¿qué hora es? ¿Estás bien?- Además de despertarlo, le había dado un buen susto.
- Sí, estoy bien. Voy para allá.

Aún no había amanecido cuando cogí el test de embarazo, con la segunda línea cada vez más nítida, a Lúa, mi perrita, que había seguido todo el proceso con curiosidad mirándome desde la cama, y conduje hasta casa de mis padres. Por el camino le mandé un whatsapp a mi hermana, "Eli, ¿estás despierta? ¡Es positivo!" Antes de aparcar recibí la respuesta de mi hermana, "¿Y eso qué significa, estás embarazada o no?" También la había despertado. Sonriendo terminé de aparcar y entré en casa de mis padres mientras amanecía. Allí todos estaban despiertos, esperándome. Les enseñé el test para asegurarme de que ellos veían lo mismo que yo, dos líneas, y miramos de nuevo internet para asegurarnos. Dos líneas. Positivo. Estaba embarazada.



Todo había comenzado un año antes. Siempre he sabido que algún día llegaría el momento en que querría ser madre y tener una familia, y, llegado el momento, de no tener pareja, afrontaría la maternidad en solitario. Y un día de pronto, ese momento llegó, Lo sentí de una forma totalmente natural: había llegado el momento de ser madre, o al menos, de intentarlo. Tengo ovarios poliquísticos, tomo anticonceptivos desde que tenía 15 años, y mi ginecólogo siempre me había advertido de la dificultad de concebir, pero me tranquilizaba diciéndome que cuando quisiera ser madre, seguiríamos un tratamiento de fertilidad y lo intentaríamos.

Como digo, el momento había llegado. Así lo sentía yo. Tenía 32 años, un trabajo con un buen horario y un piso pequeñito pero suficiente. Y no, no tenía pareja. Siguiendo las recomendaciones de Ana, que había pasado hacía poco por el mismo proceso, acudí a mi médico de cabecera para que me explicara mis opciones y las posibilidades de llevar a cabo el proceso a través de la Seguridad Social. Mi médico me derivó al ginecólgo, que a su vez me derivó a la Unidad de Reproducción de Huelva que se encuentra en la cuarta planta del Hospital Vázquez Díaz. Creo que pasaron unos 6 ó 7 meses hasta que me llamaron la primera vez, tiempo relativamente corto, pues me habían dicho que las listas de espera duraban una media de un año y medio. Lo primero fue hacerme las respectivas pruebas para asegurarnos de que, aparte de los ovarios poliquísticos, todo lo demás funcionaba correctamente. Desde octubre hasta diciembre estuve haciéndome diferentes pruebas en el Hospital Juan Ramón Jiménez. Entre ellas, se encontraba la Histerosalpingografía, que consiste en una radiografía con contraste para ver la permeabilidad de las trompas de Falopio. Es una prueba que precisa de una preparación previa desde la noche antes para que no resulte dolorosa, pero aún así, aunque hay mujeres que afirman que no les dolió nada, a mí me resultó lo más doloroso de todo el proceso (hasta que llegue el momento del parto, seguro). Claro, que si tienes la suerte que tenemos las chicas de Huelva de tener a una enfermera como Eva que te atienda con ese cariño, sensibilidad y buen humor... pues todo se hace mucho más llevadero. Tras la Histerosalpingografía y los días de reposo pertinentes, a principios de diciembre me tocó volver a la Unidad de Reproducción para conocer los resultados de las pruebas y el proceso que íbamos a seguir. Allí la ginecóloga me dijo que todas las pruebas habían salido bien y me explicó qué íbamos a realizar una inseminación artificial y que en enero comenzábamos con la estimulación ovárica. Recuerdo sus palabras al despedirnos: "Evelin, disfruta de estas navidades porque las navidades que viene van a ser totalmente diferentes". Sonreí, miré a mi madre que se había puesto a sudar del susto, y salí al frío de diciembre con el corazón calentito y la certeza absoluta de que estaba haciendo lo correcto.

Esas navidades compartí con el resto de mi familia y mis amigos más cercanos el proceso que estaba a punto de comenzar. Brindamos, reímos y soñamos despiertos con la posibilidad de aumentar la familia en poco tiempo. Nunca, durante todo el proceso, me he sentido sola, o juzgada, sino todo lo contrario. Me he sentido y me siento apoyada, comprendida y muy acompañada. Tengo una suerte increíble. Lo sé.

Por fin en enero comenzamos el primer ciclo de estimulación ovárica. Me explicaron que podríamos realizar hasta seis ciclos de estimulación, que coincidirían con mis reglas, que no tenía porqué quedarme embarzada en el primero,e incluso cabía la posibilidad de realizar los seis ciclos sin quedarme embarazada, pero que no debía pensar en eso, sino poner todo de mi parte y esperar lo mejor. Comencé con los pinchazos y a los seis días acudí a ver cómo iban mis ovarios. Me llevé una gran decepción cuando vimos que ninguno de los dos había dado ninguna respuesta. El ginecólogo me tranquilizó y me explicó que, si con este ciclo no conseguíamos nada, en el segundo ajustaríamos el tratamiento hormonal. Aún así, seguí con el ciclo y a la semana siguiente acudí de nuevo a ver cómo iba todo. Estaba convencida de que iban a decirme lo mismo, que mis ovarios no respondían, pero me llevé una sorpresa cuando vimos que uno de ellos estaba listo para ser inseminado. "¿Y ahora?" pregunté. "¿Ahora te vienes pasado mañana que te inseminamos?" me respondió la ginecóloga sonriendo.

Dos días después era 14 de febrero. Era una señal, decían todos, pero yo sabía que era muy poco probable que todo saliera bien a la primera. Entré en la consulta con muchas ganas de hacer pis (me habían dicho que tener la vejiga llena falicita mucho el proceso de inseminación) y muy nerviosa. No sé si he dicho anteriormente que todo el equipo de la Unidad de Reproducción de Huelva son un amor. De verdad. Profesionales, cariñosos, atentos... ¡un amor!. Subida al potro ginecológico ví cómo traían el semen que me iban a introducir mientras enfermeras  y ginecólogos bromeaban diciéndome que si me quedaba embarazada y era niño, no le pusiera Valentín. En consultas anteriores me habían explicado que escogían a un donante de semén que, además de ser genéticamente compatible conmigo, compartiera mis rasgos físicos para que el bebé se pareciera a mí lo máximo posible. Terminó la inseminación y me dejaron unos minutos subida al potro. Entonces entró una de las enfermeras y me dijo:
- ¿Sabes que día es hoy?
- San Valentín- Dije yo.
- Anda ya. Hoy es el día de la protesta contra la subida de la luz. Esto hay que cambiarlo, y si los políticos no hacen nada, tendremos que hacerlo nosotros, ¡podemos hacer un mundo mejor, si nos movemos todos!
Eso sí que fue una verdadera señal.

Cuando salí de la consulta, mientras volvíamos a casa, mi madre me dijo que me habían inseminado a la misma hora a la que yo había nacido. "Otra señal", dijo mi madre. Y sonreí.
Tenía que esperar 18 días para hacerme el test de embarazo que me habían dado en la Unidad de Reproducción.

No tuve conciencia de que realmente estaba embarazada hasta que el 21 de marzo me hicieron la primera ecografía. Medía 8mm y pude escuchar cómo le latía el corazón. Increíble.




Voy a ser madre.