No me daba la gana terminar el año lamentándome de lo malo que había sido... y no lo hice. Me fui a llenarme de besos, abrazos y música a la ciudad donde mis sueños se hicieron tantas veces realidad.
Este fin de semana he estado en Madrid. Me encanta esa ciudad, me ha gustado siempre, antes durante y después de haber vivido allí. Madrid es una ciudad llena de vida y de tristeza, pero es que hasta su tristeza es bella. Aunque lo más importante de Madrid es la gente que vive allí, sin ellos Madrid no sería lo que es ni yo sería lo que soy. Voy a echarla de menos hasta que vuelva... aunque en realidad tengo la sensación de que nunca me he ido del todo.
La protagonista de la primera parte de estos días en Madrid ha sido Esther, que ha tenido la gran amabilidad de dejarse convencer para disfrutar de unos días diferentes antes de que termine el año, para empezar con buen pie, claro. Esther vivió en Madrid los primeros años de su vida y hacía mucho tiempo que no pisaba esas calles. Ha sido muy especial estar a su lado mientras volvía a descubrir los sitios donde su padre la llevaba de pequeña, me ha contagiado de su ilusión y me ha aguantado la misma pregunta una y otra vez durante todo el viaje: "¿Te lo estás pasando bien, de verdad?", pobrecita mía, que paciencia ha tenido. Lo que no sabía Esther es la cantidad de gente y de música que iba a conocer en estos días, espero que no se haya saturado y que quiera volver a recorrer conmigo el camino del Barcelona8 al Libertad8 de madrugada.
Siempre me pasa lo mismo cuando vuelvo, quiero estar con todas las personas a las que añoro y aunque intento estirar el tiempo todo lo que puedo, siempre me quedan abrazos por dar y conversaciones pendientes, nunca estoy mucho tiempo en el mismo sitio y llego a casa totalmente agotada, aún así merece la pena cada minuto que pierdo de sueño para estar con ellos.
El pimer día y nada más llegar paseé sola por mi antiguo barrio (Sol) para sentir el cálido frío de Madrid. Nos recibió con una sonrisa la Anfitriona con mayúsculas de Madrid: Victoria. Después se sucedieron quedadas en el Km 0 una y otra vez, abazos, besos y muchas cosas que contar. Reencuentros, toallas, Baileys y luces de navidad por todas partes. Huevos rotos con jamón, tostas del Malaspina y unos ojos verdes que hacía años que no veía... resulta que este fin de semana estábamos casi todos en Madrid. No podía ser mejor. Prisas, frío por Alcalá y Gran Vía, llegamos a Chueca y empieza a sonar la música en la mesa de siempre... Robinson, Peter Parker, Damien Rice, REM y los Rolling llenaron la noche. Vic, Ana, Laura, Fran, Pascu y más paseos por Gran Vía de madrugada. De pronto Elena más guapa que nunca, la luz de Estela, Candela, Manolo, Tontxu, Carlitos, Helión y Dani y ya estaba en casa. Y una sorpresa totalmente inesperada y fantástica: Carlos, al que no veía desde un concierto de Silvio en Sevilla hace muchos años. Y muchos más abrazos y muchos más besos.
El segundo día empezó al mediodía. De vuelta al Km0 y hasta allí llegó la brisa de las playas de Cádiz y Valencia. Subimos un poco más y al poco también soplo la brisa del norte. Paseamos por el Retiro, congelados y felices. Paco y Maribel huyeron del frío y nosotras volvimos a Sol planeando la noche y confirmando citas y más besos. Y la noche empezó con el abrazo esperadísimo de la chica con nombre de cantautor a la que tanto echo de menos sin apenas conocerla. Medio concierto por un lado, otro medio por otro, y Adán al piano y Fran a la voz me dejaron clavada en la silla del Libertad8, quieta... si alguien me hubiese movido en ese momento me habría deshecho en lágrimas. Nuevas caras y nuevos besos: mis niñas Goizueta a las que adoro, Pablo, Diego, Marjorie y muchas manos que despertaron muchas, muchas risas.
El tercer día no recuerdo cuando empezó, pero recuerdo que terminó nevando. De nuevo al Malaspina a comer tostas y croquetas y a la Tintorería para seguir haciendo lo mismo. Mi Esther del norte me recordó los planes que aún tenemos pendientes y, después de rodearnos de letras en la Casa del Libro, nos fuimos a Atocha para despedirnos de mi Esther del sur. Después calefacción, ducha y prisas. "No me puedo creer que no conozcas La Latina". Una cena perfecta en la mejor compañía. Preguntas, respuestas y la certeza de que una nueva y buena amistad acababa de empezar. Vinos en el Libertad8, copas en el Barcelona8 y la noche oscura de Madrid empieza a pintarse de blanco. Me costó llegar resbalándome en la nieve...
El cuarto día tenía que volver a casa pero la nieve me sirvió de excusa para alargar mi fin de semana dos días más... me encanta el frío. Ana me acoge en su Torre de Babel y a partir de ahí ya no diferencio el día de la noche. Películas argentinas, espaguetis bolognesa y décimos de lotería a medias. Concierto con sabor canario y sensibilidad a flor de piel, Noe, Pablo y Gonzalo. Y más besos y muchos más abrazos.
Creo que amaneció el quinto día, pero no lo recuerdo bien. Sólo recuerdo colchones en el suelo, leche con miel, mantas, una tele más grande que la pared y a Capone dando saltos y pisándonos. Tampoco recuerdo si comí, creo que tomé sopa... lo que sí recuerdo son las velas de vainilla y la gente mojándose por Carretas. En taxi a toda prisa hacia el Galileo y Tontxu desde el escenario arrancándonos risas y lágrimas, todo a la vez. De pronto llega Jana, quien no había llamado a nadie pero tenía la seguridad de encontrarnos a todos allí... y allí estábamos, todos... o casi. Cae la lluvia con fuerza en Madrid y hacemos la última visita el Libertad8. Y yo, que ya estaba agotada, volví a casa con la intención de dormir sin saber que aún me esperaban Jack Nicholson y El Resplandor enredada en brazos... esta vez sin besos, sólo abrazos.
Escribo ésto en el tren de vuelta a casa, agotada y feliz y sabiendo que, en realidad, el 2009 no ha sido tan mal año.